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sábado, 9 de marzo de 2013

SALMO 50



Do          Sol la        re                  Fa                      la
Perdón Señor porque pequé contra ti.

la                   re     Mi                              la
Piedad de mí Señor en tu bondad
                      Fa                          Sol                        Do
en la abundancia de tu amor borra mi falta.
                re                                            la
Lava tú de mi maldad todo vestigio,
Do                          Mi                           la
purifícame a fondo del pecado.

Reconozco mi culpa Señor,
tengo siempre presente mi pecado;
contra ti, contra ti solo pequé,
lo que es malo a tus ojos yo lo hice.

Por eso eres justo en tu sentencia
tu juicio es irreprochable;
tú ves que malo soy de nacimiento,
pecador desde el seno de mi madre.

Tú amas el sincero corazón,
me enseñas la verdad en mi interior;
purifícame, Señor: quedaré limpio,
quedaré mas blanco que la nieve.

Dame, Señor, tu gozo y tu alegría,
que se alegre mi cuerpo quebrantado;
aparta tu vista de mis culpas,
borra en mí todo rastro de malicia.

Señor, crea en mí un corazón puro
y renueva las fuerzas de mi alma;
no me alejes, Señor, de tu presencia,
ni retires de mí tu santo Espíritu.

Concédeme la dicha del perdón;
mantén en mí un alma generosa.
Mostraré tu camino a los desviados
y volverán a ti los extraviados.

Pues mi falta yo la conozco,
mi pecado no se aparta de mi mente:
contra ti, contra ti, sólo pequé,
lo que tus ojos aborrecen yo lo hice.

Es así muy justa tu sentencia,
no hay reproche en el juicio de tus labios.
En verdad estuve en culpa al nacer
y en pecado desde el seno de mi madre.

Tú quieres rectitud en lo profundo,
en mi interior quieres tú que sea sabio.
Rocía mi alma y seré limpio:
si me lavas cual nieve quedaré.

Haz que me llene de júbilo y de gozo,
alégrense los huesos que humillaste;
no fijes tu semblante en mis pecados
y dígnate borrar todas mis faltas.

Un corazón crea en mí de pureza,
un espíritu recto pon en mí;
no me rechaces lejos de tu rostro,
ni me prives de tu Espíritu Santo.

Devuélveme tu gozo y tu salud,
espíritu noble me confirme.
Al extraviado tus sendas mostraré:
volverán a ti los pecadores.

De la muerte líbrame, Señor,
y mi boca cantará tus alabanzas.
Señor, abre mis labios
y mi lengua tu piedad celebrará.

Pues, Señor, no es sacrificio lo que quieres,
ni holocausto aceptarías de mi mano.
Mi sacrificio es un espíritu contrito;
un corazón tú no desdeñas humillado.

Apiádate de Sión en tu bondad,
edifica de nuevo sus murallas;
y así recibas los debidos sacrificios
y cubran las víctimas tu altar.

Demos Gloria al Padre Poderoso,
a su Hijo, Cristo, el Señor,
al Espíritu que habita en nuestras almas:
por los siglos de los siglos.

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